viernes, 17 de julio de 2015

MI PRIMER ULTRA. TP60

TRAIL DE PEÑALARA 65K D+2.800m.


Una ‘intro’ rápida, para quién desconozca los detalles de cómo llegué a mi primer ultra. Me tocó el dorsal en un sorteo en el que participamos todos los espectadores de un festival de pelis de Trail que organizaba Alfonso García.  No sé si alguna vez me habría planteado participar en esta carrera sin el empujoncito de la providencia, supongo que sí y que la suerte sólo precipitó algo que de modo natural habría acabado produciéndose tarde o temprano.

Me hubiera gustado llegar en mejor forma, estoy seguro de que la habría disfrutado más. En primavera estuve prácticamente 2 meses sin correr por una pequeña rotura en el gemelo derecho que me hice estirándolo. Fue 20’ después de acabar en Alto Sil. Tenía algunos calambres, así que me subí en el estribo de la furgo apoyando la mitad anterior del pie derecho, dejé caer muy suavemente mis 73 kilos y… ‘cloc’.
Durante algunas semanas estuve visitando a un fisio nuevo que me habían recomendado unos amigos corredores y aquello no mejoraba. Me estuvo tratando con punción seca, que supongo que será un método cojonudo cuando funciona, pero que a mí sólo me provocó sesiones de dolor y ningún progreso en el músculo.
Cuando te autolesionas de un modo tan estúpido, aunque haya sido accidentalmente, el daño es doble. Además de la avería física, tu autoestima tampoco sale bien parada con aquello. Si también empiezas a dudar de la persona que has elegido para arreglarlo, porque ves que pasan las semanas y sus previsiones más conservadoras de recuperación no se cumplen, puedes entrar en una espiral jodida, que no se mitiga con gimnasio y bici.
A mediados de mayo tomé la decisión de volver a mis antiguos fisios, Marta y Carlos. Dos sesiones y dos semanas después, estaba trotando y una semana más tarde empezaba a correr. El Culmen organizaba su tradicional Marcha de los 3 Valles, que Celso y Diesel harían corriendo y me apunté con Bego. Era el 31 de mayo, 4 semanas antes del Trail de Peñalara, y recorría unos 28K desde Cercedilla a Rascafría.
No tenía ni idea de cómo me iba a ir, pero había que probar para saber si podría llegar al TP60 con alguna posibilidad de acabarlo. Me cansé, pasé calor, corrí, anduve y troté, pero sobre todo disfruté corriendo y no me dolió nada. Cuando llegué a La Isla en Rascafría (al final salieron 32K) supe que podría terminar mi primer ultra de montaña.

LA CARRERA
El TP60 va desde Miraflores al pueblo de Navacerrada. La organización traslada en autobuses a los corredores desde la meta a la salida, pero a mí me va a llevar Bego a la salida y en principio nos iremos viendo en Morcuera, Rascafría, Cotos y Navacerrada. 
Llegamos a Miraflores sobre las 6:20. Mis tripas han estado puteándome todo el viaje, pero es una reacción habitual a mis nervios antes de algunas carreras, así que no le doy demasiada importancia. He calculado que la carrera me va a llevar unas 12 ó 13 horas, y sé que en cuanto arranquemos me sentiré mejor. Intento no pensar en achaques. Ni recientes ni antiguos.
Dónde está Wally? Esta vez hay premio.
Además del gemelo, he vuelto a tener problemas con mi tobillo izquierdo. La última vez que me hizo ver las estrellas fue en el último entreno montañero, en mitad de Cuerda Larga, hace dos semanas. Como prevención he decidido correr hoy con tobillera. Y los últimos en apuntarse a las juergas de Fisiorestón, justo ayer por la tarde, fueron trapecio, romboide y esplenio izquierdos, que habían hecho un bloque solidario salpicado de pelotillas que Raquel, la única fisio que me quedaba por conocer de la clínica, recompuso con sus manos prodigiosas y remató con unas pegatinas azules monísimas. El lado bueno de tanto achaque es que estoy aprendiendo un montón de anatomía.
Llega la hora y me voy a la zona de salida. No hay control de material obligatorio. Registro de chip en la entrada y para adentro. Elo y Antonio Perandones van de escobas, charlamos un momento y arranca la carrera. Vamos allá.
Pronto termina el asfalto del pueblo y empieza una pista con rampas suaves que permiten ir calentando poco a poco los músculos en un trote suave. Cuando llevamos algunos kilómetros empiezo a caminar en las cuestas más empinadas, quiero ser muy conservador.  Comparando después los parciales con algunos que había copiado de años anteriores para tenerlos como referencia, me he dado cuenta de que tal vez no conservé tanto como hubiera debido.
Llegando a Morcuera. 11K. D+630m.. 1:33
Un guarda forestal está justo en el punto en el que abandonamos la pista para tomar una senda que sale a la izquierda. Supongo que aquí está el cambio anunciado hace unos días por la organización para evitar la ladera suroeste de La Najarra. El Parque está haciendo un estudio sobre la cabra montés, y debía evitar el paso de la carrera por esa zona. En esta edición del GTP se han levantado muchas voces contra el trato discriminatorio que el PN de la Sierra de Guadarrama dedica a los corredores y las pruebas de Trail frente a otros ‘usuarios’ del Parque. Esto merece otro post, pero no seré yo quien lo escriba.     
A partir de aquí, hasta Morcuera habrá más kilómetros caminando que corriendo. Después de releer la crónica de Barrantes, decidí no sacar los bastones hasta el avituallamiento de Rascafría. Al llegar al puerto me está esperando Bego.

Primer avituallamiento. A recolocar la tobillera.

Llevo suficiente agua para la bajada, no tengo que rellenar. Tomo isotónico, membrillo y un poco de fruta. Aprovecho la parada para recolocarme la tobillera que me está molestando en la fascia. Bego me achucha para que deje de vaguear y salga de una vez. La verdad es que no ando sobrado de ganas, pero no he venido hasta aquí para hacer 11K, sino para hacer 64, así que habrá que seguir. Correr cuesta abajo, salvo que estés muy roto, mola más que correr cuesta arriba, eso es así a los 5 años y a los 52. Es más divertido, vas más rápido y requiere menos esfuerzo. A los pocos metros me voy animando y un rato después tengo que recordarme lo de conservar y refuerzo la idea mirando la cumbre de Peñalara. Casi toda la bajada es por pista ancha y con buen firme. Pasamos por Las Presillas (km. 21)  y poco después dejamos la pista por la izquierda. Mi gemelo inicia una suave protesta, pero va a tener que chillarme mucho más alto si quiere que le haga caso.
Saliendo hacia Rascafría

Como no me fio mucho le mando un whatsapp a Bego para que me acerque al avitu el bote de Traumell que me he dejado en el coche.  Volvemos a la pista poco antes de llegar al Puente del Perdón. Después de cruzarlo, giramos a la derecha por el carril que llega hasta Rascafría. Nada más salir del Puente veo a Jorge Ochoa, que está haciendo el GTP. Va un poco clavado, tiene problemillas digestivos. ¿Será una epidemia? Le digo que nos veremos en el avituallamiento de Rascafría y sigo corriendo suave.

La subida al Polideportivo es durilla y la hago caminando. Poco antes de llegar me encuentro a Gerardo muy bien acompañado. Nos damos un abrazo y me dice que Bego me está esperando más adelante.
'Avitu' de Rascafría. Hace un año estuve aquí de voluntario.
En este avituallamiento estuve de voluntario el año pasado entre las 3:30 a.m. y las 11:00, en la zona de las mochilas. Los corredores del GTP pueden tener aquí una mochila con ropa, zapatillas y lo que sea. La organización se las trae hasta aquí y al final se las devuelve en meta.
Tomo un vaso de isotónico, como algo de fruta, membrillo, algunos frutos secos y relleno la mochila de agua.
Llega Jorge y se tumba un rato a descansar. El sueño debió sentarle de puta madre, porque al final consiguió acabar los 115k. ¡Qué grande es este tío!
Decido salir antes de que me den ganas de acostarme también. Despliego los bastones, organizo el contenido de la mochila y me dispongo a hacer el tramo con mayor desnivel positivo de la carrera. Justo el que hice con Juanlu el año pasado. Rascafría-Puerto del Reventón (D+900m. / 8,5K) Bego me acompaña un rato y luego se vuelve con idea de acercarse un rato a casa de Tati y Jose antes de seguir con la carrera.
Arranca la subida al Reventón. El 'caloret'.
Sé que en esta subida voy a pasar calor, pero de momento sopla una suave brisa, y la sombra de los robles nos protege del sol, que ya está bastante alto. Este paréntesis dura poco más de 2 kilómetros. El resto de la subida será por una pista de zetas y las oportunidades de caminar a la sombra serán cada vez menos. Me vuelven a pasar dos chicas con la camiseta de Drinking Runners que ya me habían pasado subiendo Morcuera. Se las ve bastante más frescas que a mí, sinceramente.
El avituallamiento está poco antes de llegar al puerto, en el km. 34,5 de carrera. Como algo, relleno la camel… y me siento un ratejo. Lo de ir solo en una carrera larga tiene ventajas e inconvenientes, pero yo hoy estoy especialmente contento de no tener que conciliar mis ritmos con nadie.
Soy consciente de que las circunstancias en las que he llegado no podían augurarme hacer un carrerón, pero estoy contento porque de momento mi tobillo izquierdo no ha dicho ni mu, mi espalda con sus 3 ó 4 músculos maltrechos no ha dicho ni mu, y mi pobre gemelo derecho, que tanto me ha dado el coñazo durante la primavera también ha estado bastante calladito. Venía preparado para penar, pero no contaba con que fuera mi aparato digestivo el que se pasara al lado oscuro de la tabarra. Antes de que me dé por pensar qué coño hago yo aquí, decido salir en busca de la cumbre de la carrera. Me separan 8K con D+611m. y D-223m. Aquí encontraré el tramo más técnico, la cresta de Claveles, en la que además nos cruzaremos con los participantes del GTP, que después de coronar tienen que volver hasta el collado, para bajar desde allí hasta La Granja.
El Risco de Claveles con hormiguitas de colores
A la salida está el control. En Rascafría estaba a la entrada, de modo que en este parcial la clasificación oficial suma los dos descansos. En mi caso, de las 2:25 empleé realmente 1:51 en la subida y los otros 34’ en los descansos de los dos avituallamientos.
Para  entender un poco mejor qué me esperaba en este recorrido, había bajado los tiempos de 4 personas de la edición 2014, y calculado a partir de ellos dónde podrían estar mis parciales. Hasta aquí voy cumpliendo mis previsiones, y no tengo la sensación de estar forzándome más de la cuenta, pero el estómago me está jodiendo.
Llego al puerto y empieza el cresteo sobre la frontera segoviana, de momento por una zona muy suave. Y subiendo un pequeño escalón… joooooooder. Un dolor agudo en el gemelo derecho me deja paralizado. Se ha puesto rígido, duro como el granito que hay por aquí y de repente parece el vientre de un tripulante del Nostromo poco antes de que le salga el prota que lleva dentro.
-          ¿Estás hidratando? ¿Tomas sales?
La Gran Vía de Claveles
Las voces son de dos corredores que, cumpliendo el reglamento, se interesan por mí (sin llegar a pararse, eso sí) Como tengo las dos manos ocupadas intentando calmar a la fiera dentuda para que no salga, no puedo contestar a su ‘solidaria’ condescendencia con el dedo corazón y lo hago con cortesía.
-          Sí, no os preocupéis, estoy bien.
Sí, estoy de puta madre. Es el kilómetro 38, mi estomago se ha levantado con el día tocapelotas y el gemelo ha decidido no defraudar las peores expectativas.
-          ¿Vuelvo al avitu del Reventón?
-          ¡Qué coño! ¿Al primer calambrazo estás pensando en  abandonar?
-          Si pudiera hacerlo chasqueando los dedos ya lo habría hecho.
-          ¿Cómo se puede ser tan mierda?
Afortunadamente en este ratillo no pasa nadie más, y este diálogo lo mantienen mi yo más llorica y el ‘otro’, que es adoptado aunque él no lo sabe y, en ocasiones así, actúa como si llevara conmigo toda la vida. Mientras masajeo el músculo dolorido, recuerdo las palabras de un tipo que sabe un huevo de correr muchas horas seguidas. ‘En un ultra tienes tiempo de que algo te duela mucho y de repente te deje de doler y no vuelva a darte el coñazo más’. Parece que el masaje y la ‘conversación’ han tranquilizado al Alien, así que sigo adelante.
Qué grande eres amigo!!!
Al llegar a la Laguna de Los Pájaros sólo tengo una idea: sumergir mi gemelo en el agua fría. Cuando llevo un rato a remojo, unos domingueros comentan (sin dirigirse a mí, pero en un volumen adecuado para que me llegue la información) que no se puede uno meter en la laguna. Luego puedo ver que hay un pequeño cartel con la prohibición. Bueno, no sé si meter las piernas hasta la rodilla incumple la norma, pero no lo volveré a hacer, lo siento.
Después del episodio alienígena he bebido bastante y me he tomado 2 pastillas ‘extra’ de sales. Mi mochila de hidratación está prácticamente seca y hasta Cotos no hay avituallamiento así que  voy hasta el otro extremo de la laguna para rellenarla en la fuente.
Pliego los bastones y los engancho detrás en la mochila. Para Claveles prefiero tener las manos libres.
Qué grande eres amor!!!
A mis piernas les ha venido de coña la inmersión en agua fría y subo a buen ritmo, pero sin volverme muy loco. Mi estómago sigue gruñendo y yo sigo intentando hacerme el loco. Voy cruzándome con la gente del GTP que vuelve después de hacer cumbre en Peñalara. Hay trasiego, y en algunos pasos un poco más delicados esto hace que alguien deba parase y esperar a que pase el otro, pero a estas alturas del pelotón eso no supone ningún problema para casi nadie (siempre está el pro-pakete, o pakete-pro, no lo tengo muy claro, pero es uno entre mil) Escucho voces que gritan mi nombre y veo a lo lejos a Bego y Juanlu. Fotos, besos y abrazos mediante, seguimos juntos hasta Peñalara. Antes de llegar nos encontramos con Jorge. Más fotos, besos y abrazos. Tiene mucho mejor aspecto que en Rasca, desde luego.
Llegamos a Peñalara. Paso el control y me siento a comer algo. Bego me enseña un rótulo que indica el kilómetro 42,5K y comenta que acabo de completar mi primer maratón de montaña. Sonrío, pero poco, la verdad. Me encanta hacerlo aquí, pero no me gusta hacerlo así.
Cómo me gustó ver así de sonriente a Jorge
El siguiente control está en Cotos. Nos separan 5,5 kilómetros de bajada bastante ‘corrible’ en la que desciendes 600 metros. Empezamos a caminar y vuelven las náuseas. Intento despistarlas trotando un poco y al momento empieza a rascar la cintilla izquierda. ¿Qué más puede pasar? Vuelvo a caminar. Cuando llevamos un par de kilómetros adelantamos a un compañero que va aún más tocado de una rodilla. Se va a retirar en Cotos, pero no necesita ayuda. Llegamos al control en poco más de una hora.
En el avituallamiento hay tuppers de ensalada de pasta. No me apetece mucho comer, pero pienso que podría venirme bien de cara a enfrentar los 15 kilómetros que me quedan. Como un poco y Bego guarda el resto en su mochila por si acaso me apetece más adelante. Descanso un ratillo y salimos hacia Bola. Nos despedimos de Juanlu que se vuelve ya a Madrid. Muchas gracias amigo. Conocer personas como tú es uno de los regalos más preciados que me ha proporcionado esta manía compartida de correr.
Bajando de Peñalara 'al trantrancillo'.
Cruzamos la carretera del puerto y subimos el talud que conecta con la subida a la Loma del Noruego. Parece que los macarrones me han sentado bien y ponemos un ritmo sostenido bastante aceptable. Cerca de culminar la Loma, en mitad del pedregal que es esta parte del camino, nos pasa una chica con la que hemos hablado en Cotos. Va genial. Bego se da la vuelta aquí. Me dice que Bola parece estar ahí mismo y que no se aprecia demasiado desnivel. De un vistazo, dos errores, pero ahora lo importante es que sigo sintiéndome bien. La próxima vez que nos veamos estaré cruzando la meta de Navacerrada y seré finisher del TP60. Pero para llegar a eso de momento toca seguir subiendo un rato. El último tramo deja la pista de esquí a la derecha. Hace dos semanas estuve por aquí y el termómetro marcaba 5o.
Bola del Mundo desde La Loma del Noruego. Ahí mismo.
¡Qué diferencia! Llego arriba y sigo las balizas, que al rato me indican empezar a bajar. ¿Dónde está el control? El camino enlaza con la pista de hormigón que se ha hecho famosa por la subida de la Vuelta a España. Intento trotar muy suavecito para ver si mi rodilla se ha recuperado, pero la cintilla sigue bloqueada y tengo que bajar caminando. Veo el avituallamiento en el que está el control y unos metros más abajo a la chica que me pasó en El Noruego.
Los voluntarios son lo mejor de esta carrera y estoy muy agradecido a todos ellos, pero no todos son igual de simpáticos. Un poco de fruta y sigo para abajo.
Me cruzo con un grupo numeroso de personas que suben con bastones. Dejo la pista de hormigón para buscar la pista de la tubería. Aquí vuelven a unirse las dos carreras.
Es una putada no poder correr. No por hacer un mejor tiempo, que a estas alturas no tiene  demasiada importancia, sino por no poder disfrutar esta bajada. De vez en cuando escucho llegar a algún corredor y me aparto para no incordiar. Joder, ¡cómo me gustaría tener bien la rodilla! Cuando llego a la pista vuelvo a intentarlo. La cintilla no rasca tanto como en Bola, pero no va bien. Troto hasta que empieza a doler.
Pista que une La Barranca con Navacerrada
(la foto es de otro día) 
Vuelvo a caminar. Llego al control de La Barranca. Quedan 4 kilómetros y llevo 13 horas y 20 minutos en carrera. Si voy caminando hasta Navacerrada me iré a más de 14 horas. En esas cábalas estoy cuando me adelanta un corredor que me anima.
Y decido que ese es el momento de volver a correr. Llegamos juntos hasta Navacerrada. Está haciendo su 2º GTP. Empezamos a oír a lo lejos el ambiente de meta y pronto se unen los ánimos de las personas que nos vamos encontrando. Sin darme cuenta voy subiendo el ritmo. Ya no me duele nada, voy flotando. Los últimos metros son increíbles. Disfruto, me emociono, choco palmas de niños... El speaker dice algo sobre mi dorsal ‘uno-dos-uno-dos’. El reloj marca el tiempo del GTP, pero es fácil restar las 6 horas y media de diferencia y ver que entro en 13:49.
Tal vez la próxima vez lo haga más rápido, pero es improbable que me sienta más feliz que en este momento. Para hacerlo perfectamente redondo, veo a Bego al cruzar la meta.
No tiene la Puerta de Brandenburgo, pero yo me emocioné más que en Berlín. Gracias Navacerrada.
Su beso es la mejor medalla de finisher que podría soñar, pero la de metal que me coloca después una voluntaria también hace mucha ilusión. Veo a Juanma, que ha llegado un poco antes, a David que llegó hace horas, a Juan, que se tuvo que retirar anoche con un leñazo importante en la rodilla, cuando bajaba a Canto Cochino (gracias por quedarte hasta verme llegar, eres muy grande bro) y a Buru, que se bajó desde Maliciosa por el mismo sitio que había subido, sencillamente porque no era el día.
Con 3 tíos muy grandes: David, Juan y Buru
Si has llegado hasta aquí sin saltarte ningún renglón, eres lector finisher de una ultra-crónica y tú también mereces una medalla. Llegué muy corto de entrenos para correr mi primer ultra, pero aún más para escribir su crónica. Intentaré estar más preparado en el futuro.

Próxima carrera: Trail Solidario de Cóbreces (Cantabria) 2/08/2015