lunes, 2 de noviembre de 2015

MARATÓN DE LISBOA (18/10/2015)


Dedicado muy especialmente a la familia Bahme-Álvarez
¿Por qué Lisboa? Me encanta esta ciudad, pero la razón que provocó mi participación y la de cientos de corredores españoles en su maratón, fue que regalaban la inscripción en la Feria del Maratón de Madrid. Cuando me enteré, empecé a llamar a todos los amigos que sabía que iban a correr MAPOMA, y al final me inscribió el cuñado de Jesús. Una vez más: gracias, cuñado de Jesús. 
Ha sido mi 5º maratón de asfalto. A pesar de las dudas con las que llegaba, por los pocos kilómetros acumulados desde el Trail de Peñalara y, sobre todo, por mi lesión en el pie izquierdo, al final no sólo terminé sino que lo hice más rápido que en Valencia o Madrid.
Zona de meta. Camino de la Feria.
De momento mis 3 maratones más rápidos han sido fuera de España (Berlín, Amsterdam y Lisboa) Espero que eso cambie el próximo 21 de febrero en el 'Red Bulljitos' Sevilla Maratón.
Para ver cómo funcionaba el ibuprofeno con mis metatarsos, hice una prueba en la carrera de montaña de Soto, el 27 de septiembre, a 3 semanas del maratón. Son 23K pisteros que acumulan algo más de 500 metros de desnivel positivo en la primera mitad de la prueba. Me unté una tonelada de Traumeel, me tomé el ibuprofeno y puse mi cerebro en posición ‘disfruta y no pienses en el puto pie’. No funcionó. En los últimos 5 kilómetros el cielo se fue llenando de estrellitas y mi pie izquierdo fue capturando miles de agujas que se clavaban entre el 2º y el 3er metatarso con milimétrica precisión. Si en dos horas y cuarto había pasado casi media hora sufriendo, las 4 horas de un maratón podían acabar en una tortura sin sentido. Los gastazapas tenemos fama de masoquistas, y algunos la merecen, sin duda, pero creo que no es mi caso. No me gusta el dolor. Asumo con gusto cierta dosis de sufrimiento como ingrediente básico de las carreras y de otras actividades con las que disfruto, pero si su exceso lo convierte en protagonista absoluto, deja de interesarme.
Sábado por la mañana. Plaza del Comercio
Me gusta la comida mexicana, pero no me como los chiles a bocados.
El domingo siguiente hicimos una tapia (16K) en la Casa de Campo para despedir a nuestro penúltimo y muy querido emigrante, Alberto 'Runnerchef' Álvarez. Es verdad que el ritmo fue muy suave, pero apenas tuve dolor. Faltaban dos semanas para el maratón y por primera vez en mucho tiempo pensé que podría acabarlo.
Volamos hacia Lisboa el sábado muy temprano. Clara y Paula no conocían la ciudad y se habían apuntado en cuanto supieron que iríamos al maratón (no nos perdonan no haber venido a Amsterdam y Berlín) Bego iba a correr con el dorsal de José Escudero la primera mitad de la carrera, de Cascais a Belem, y allí cogería el tren hasta Lisboa. Yo esperaba recorrer los 42K sin otro transporte que mis zapatillas.   
Teníamos el hotel muy cerca de la estación desde la que salían los trenes a Cascais, punto de partida de la prueba. Allí se hospedaban también con sus familias Juan Seguí, que llegó el jueves y Jesús Puente, que lo hizo el viernes. Los vimos al llegar y estuvimos un rato juntos. Después ellos se fueron a Belem con los chicos y nosotros a la Feria, a por nuestros dorsales. Allí, después de soportar una cola bajo la lluvia para entrar, nos fuimos encontrando muchos amigos: Julián, Chelo, Santi, Jan, Ruth (…)  Juanlu y Mapi, que estaba pachucha con gastroenteritis, pero que al día siguiente se marcó un reportaje brutal, en su línea.   
Las previsiones meteorológicas para el fin de semana no eran muy buenas: lluvias y viento.
Comiendo en una churrasqueira de La Alfama 
El sábado por la mañana se cumplieron generosamente, pero el tiempo fue mejorando y nos permitió comer en la terraza de una churrasqueira de la Alfama, y pasar la tarde paseando por sus calles. Me encanta Lisboa y cada barrio tiene su punto, pero la Alfama es mi favorito.
Cuando volvíamos hacia el hotel para descansar un ratillo antes de cenar, nos encontramos a Gerardo y Vicente con unos amigos. El mundo de los gastazapas de mediana edad está lleno de camellos buenos, y Vicente me pasó un tubito de un analgésico-anti-inflamatorio-relajante muscular… que es el que él toma para intentar callar a su rodilla. Me dijo claramente que me lo tomara antes de desayunar, pero yo al final me lo tomé 20’ antes del pistoletazo de salida.
Cena en el Mercado da Ribeira
Cenamos en el Mercado da Ribeira. Creo que la mitad de los que fuimos a Lisboa comimos o cenamos algún día aquí. Hay mogollón de puestos de comida con diversas especialidades, y mesas corridas. Siempre estaba bastante lleno, pero al final acabábamos encontrando sitio. Yo cené un plato de pasta y vegetales de un asiático. Muy rico.
El domingo habíamos quedado en el exterior de la estación de Casi do Sodré a las 6:20. Desayunamos con Juan y Jesús en el hotel y en 5’ caminando estábamos allí. Cogimos un tren que estaba a punto de salir. Bueno, en realidad ‘asaltamos’ un tren que estaba cerrando sus puertas. Nos sobraba tiempo, pero elegimos viajar de pie (o sentados en el suelo como Bego y Jesús) porque estábamos ansiosos por respirar maratón.
Esperando el momento de la verdad
Desde la estación en Cascais hasta la zona de salida hay un pequeño paseo que hacemos con las primeras luces del día. Varios camiones/consigna recogen la bolsa con la ropa. Aquí no hay colas y se ve muy bien organizado. No se prevén tampoco problemas para recogerlas.
La temperatura es agradable, no llueve y tampoco hace viento. Pinta bien. Buscamos nuestros cajones y esperamos a que lleguen las 8:30. En el nuestro quedamos Bego, Juanlu, Jesús, Vicente, Juan y yo. Cae un pequeño chaparrón, pero deja de llover antes de la salida.
El primer kilómetro tiene algunas cuestas y vamos parloteando hasta que nos separamos. Por delante van Vicente y Juanlu y detrás dejo a Bego, Juan y Jesús. Hace sol y empieza a hacer algo de calor. Mantengo un ritmo moderado en torno a 5:30. Hay muchos avituallamientos y los uso todos, no quiero problemas. 
Torre de Belem, unas horas después de mi paso en carrera
A partir del kilómetro 5 aumento un poco el ritmo. Veo a Juanlu y consigo alcanzarlo. El recorrido es bonito y bastante llano, vamos junto al mar. Mantenemos un ritmo de 5:20 – 5:30. De momento me siento genial y el pie no me duele NADA. En el kilómetro 13 pasamos junto al Forte da Sao Juliao da Barra, la mayor fortaleza marítima portuguesa, construida en el s.XVI. Antes de llegar al kilómetro 20, Juanlu se va quedando. La verdad es que sé que no aguantaré a este ritmo toda la carrera, pero me siento genial y decido disfrutarlo mientras dure. Paso la media en 1:56 y pienso en Bego, que terminará aquí su carrera. Espero que ella también esté disfrutando y se sienta fuerte.
En el 24 la carrera pasa por la Torre de Belem y en el 27 por el Puente 25 de Abril. En esa zona alcanzo a Vicente, que ya va negociando con su rodilla. Aquí empiezo a sentirme cansado y bajo un poco el ritmo. 5:35 – 5:45. Llegamos a la Plaza del Comercio en el 31.
La sonrisa es para la fotógrafa.
Por aquí ya iba huyendo de los adoquines
Veo una bandera española. Son Chelo y Mapi, subidón. La carrera sube ahora por la Rua Áurea hasta Restauradores y vuelve a bajar a la Plaza del Comercio por una paralela. Alguien grita mi nombre y vuelvo a ver a Mapi. La verdad es que es un lujo tener una fotógrafa tan buena en las carreras y una alegría cuando la encuentras. El pie lleva un rato doliendo, y los adoquines no ayudan precisamente. Sigo bajando el ritmo. 6:00 – 6:15. Las piernas empiezan a estar pesadas. Va a tocar sufrir, pero llevo 33K y he hecho los primeros 30 muy bien y esa idea me ayuda a soportar el dolor. En el 35 me alcanza Dani. Me extraña verlo tan atrás. La carrera entra en los kilómetros más feos, una zona industrial portuaria en la que se incorporan los participantes en el medio maratón, que salía del puente Vasco de Gama. Veo a Julián. No me lo puedo creer. A estas alturas Julián debería haber llegado a meta hace un buen rato, pero está clavadísimo y sufriendo mogollón. Cuando le alcanzo me dice que ha tenido que parar varias veces y que va muy tocado. Sí que tiene que estar jodido para que yo lo adelante con el ritmo lastimero que llevo.
Ahora sólo queda apretar los dientes y aguantar el tirón (o los tirones, a partir del kilómetro 40) Llegamos a la zona del Parque de las Naciones. Esto se acaba. Lo he conseguido. Al final 4:06, lo que significa que me he ido a 2:10 en la segunda media, pero poco me importa. Lo realmente importante es que he podido correr, he disfrutado mucho durante buena parte de la carrera y cuando ha tocado sufrir, lo he hecho con fundamento. 
Hasta pronto Lisboa

El jueves pasado me hice una resonancia magnética y este mes me harán ecografía y RX. Se supone que el 21 tendré un diagnóstico y podremos enfocar la solución del problema.

Mi próxima cita con el maratón será en Sevilla el 21 de febrero y, si mi pie se arregla a tiempo, me gustaría mejorar la marca de Berlín. Por el camino haremos algunos MM y alguna de montaña. No es un plural mayestático, es que parte de mi agenda de carreras ahora también es la de Bego (de momento Villaverde y Pedrezuela)

miércoles, 12 de agosto de 2015

II TRAIL SOLIDARIO CÓBRECES (2/08/2015)

Playa de Luaña (Cóbreces)
Escribo esta crónica 10 días después de la carrera. Esta mañana he madrugado un poco más para poder entrenar con 3 locos por el Retiro y los 45’ de trote y charleta me han abierto las ganas de seguir hablando de carreras. 
Me apetecía mucho correr algo por la ‘Tierruca’ de mis padres y cuando confirmé con la familia que nuestros planes de vacaciones incluían 1 semana en Pechón (2 para las chicas, que aún están allí las ‘pobrecillas’) busqué y encontré esta joyita.
En verano solemos migrar al Norte, y este año hemos repartido mis 2 semanas de asueto estival entre Copenhague y Pechón. La primera parte financiada con ‘la hucha’ preparada para la matrícula de la universidad de Clara, que al final nos hemos ahorrado íntegramente gracias a su Matrícula de Honor en la calificación final de 2º de Bachillerato. Físicamente se parecerá más a mí (es mucho más guapa, obviamente) pero es tan lista y ‘curranta’ como su madre. Afortunadamente, en el pack genético, nuestras dos hijas pillaron la inteligencia y la perseverancia del mejor proveedor que tenían disponible. Y después de este momento ‘babas’ de padre orgulloso, hablemos de la carrera.
Aterrizamos en Madrid a última hora del viernes 31 y a media mañana del sábado ya estábamos camino de Pechón. Había poco interés por ver hasta dónde llegaba el termómetro en Valdemoro.
La previsión del tiempo en Cantabria daba una subida importante de temperaturas para el domingo. Era posible que superásemos los 25oC. Después de pasar casi todo el mes de julio en Madrid, escuchar que 25oC era mucho calor sonaba gracioso, pero no convenía olvidar la diferencia que hay entre correr con una humedad relativa del 30% (Madrid) o del 80% (Cóbreces está en la costa cántabra, entre Comillas y Suances)
El domingo decidí olvidar la autovía y tomar la vieja carretera de la costa. A esas horas no encontraría los típicos atascos para atravesar San Vicente de la Barquera o Comillas. En esas condiciones de tráfico, los 30 km. que separan Cóbreces de Pechón se cubren en menos de 40’ y el paisaje es una maravilla.
La Iglesia de San Pedro y la Abadía de Santa María de Viaceli
La retirada de dorsales está en la zona de meta, en el Colegio Público Quirós, antiguo Instituto Agrícola construido en 1906. Chicos y chicas de Cóbreces, me encantó vuestro cole. El edificio es muy chulo, tener esas praderas de césped para jugar es un lujo asiático para cualquiera que se haya criado en la meseta, pero lo que más me gustó fue ver esas fotos de vuestros profes en las puertas de sus aulas y los parkings de todo tipo de cachivaches con ruedas que había en el pasillo que rodeaba el patio interior.
Retirado el dorsal y admirado el cole, aún teníamos tiempo de dar un paseo. Intentaré evitar los lugares comunes tipo marco incomparable, enclave privilegiado y tal, pero el pueblo es una pasada. Dicen los que han estudiado que se originó en el siglo X, en torno al Monasterio de San Félix (943) construido donde hoy se levanta la Iglesia de San Felices (s.XV) o lo que queda de ella. En el primer vistazo que cualquiera echa a Cóbreces, destacan la Abadía de Santa María de Viaceli y la Iglesia de San Pedro, ambas de estilo neogótico y construidas entre finales del XIX y principios del XX. De la Abadía nos llevamos algo más que fotos, los monjes trapenses que la habitan hacen un queso que está de coña. San Pedro está inspirada en la catedral alemana de Erfurt y resulta curioso ver esas torres y esas vidrieras en España. El patrimonio histórico-arquitectónico de Cóbreces se completa con el Palacio de Villegas, las ermitas de Santa Ana y San Roque, la Fundación Villegas y el Casal de Castro.
Perfil de la prueba
Y después de este brochazo cultural, volvamos a la carrera. Se trata de un trail que discurre entre el nivel del mar y los 309 metros. En el perfil vemos que hasta el km. 6 ni subes ni bajas mucho, del 6 al 14,5 básicamente subes y del 14,5 al 22 básicamente bajas. Una información tan fácil de recordar como prescindible. En el segundo tramo hay bajadas que mancharon más de un pantalón (de barro, tampoco daban para suciedades mayores) y en la bajada aún queda algún repecho que te hace sacar la lengua para que el corazón tome el aire. Para mí la referencia era Zumaia (versión 2014, la de 32K, que fue cuando la corrí) aunque ésta es mucho menos dura (9 km. menos y casi 600m. menos de D+) Por el contrario, aquí tienes menos kilómetros de correr fácil y bastante más barro. Yo al final hice un ritmo medio muy parecido en ambas, aunque en Zumaia el año pasado estaba físicamente mejor que hace 10 días.
Hay 3 modalidades: trail, andarines y familiar. Las dos primeras comparten recorrido y el de la última es un 10K. La salida es conjunta y mantiene ese orden. Después, viendo las clasificaciones, el ganador de los andarines me sacó casi una hora en meta. El reglamento dice que no pueden correr, pero el tipo se marcó un ritmo medio de 5:32 min/km. No entiendo mucho el sentido de una clasificación en una categoría que no es competitiva, pero si para alguno de sus participantes lo tiene, me imagino que ver a Andrés Vázquez, de Castro Urdiales, liderándola con poco más de 2 horas, debe darle bastante por culo. En fin, allá cada cual, pero por debajo de las 2,5 horas me parece imposible que alguien pueda hacer este recorrido andando (a mí no me importaría hacerlo algún año corriendo)
Celebritiiiiiiis!!! Hoy, Roberto Brasero
En la ceremonia de salida cortó la cinta Roberto Brasero, el hombre del tiempo de A3. Yo me enteré cuando me lo dijo Bego en la llegada, porque aunque la carrera es pequeña, 550 personas entre corredores y andarines, me coloqué hacia el final de mi grupo porque pretendía correr a un ritmo suave e intenté abstraerme del follón, con bastante éxito por lo que parece. Era mi primera carrera sin plantillas después de 5 años ‘ortopédicos’. En el capítulo ‘últimas lesiones’ debo comunicaros que ha aparecido un tendón inflamado en mitad de mi fascia izquierda. Fue en un entreno en Abantos el 19 de julio y es posible que tenga algo que ver con el TP60 y la tobillera con la que estuve pateando el suelo de Guadarrama durante 13 horas. La pinta tan rara que tenía, un bulto duro en mitad de la fascia, hizo que se lo llevara a mi médica y que ella me derivara al traumatólogo. A éste lo veré mañana. Mientras tanto, en Copenhague decidí ir sin plantillas los dos días que salí a correr y no me fue mal, pero no pasé de los 10K. Las molestias se han movido de sitio, espero que sólo sea una escala técnica antes de que desaparezcan del todo. El caso es que mi 3er entreno sin plantis, mi 3er entreno después de la aparición de este nuevo Alien plantar, era un trail de 22K, así que no tenía mucha idea de lo que podía pasar.
La imagen engaña, salimos a toda leche, os lo juro
Se da la salida y el personal sale disparado. Poner las salidas cuesta abajo es lo que tiene. La carrera deja el pueblo y llegamos a unos prados y unos maizales. Allí también acaba el asfalto y empieza una pista, pero siguen las prisas. Me dejo llevar, pero al ver que el primer kilómetro sale a 5:12 me recuerdo que estoy aquí para disfrutar y probar mi pie sin plantis, no para dejarme los higadillos antes de tiempo. Por suerte se acaba la pista y empieza un sendero junto al Arroyo de la Presa. Ahora se llama así porque justo antes de la desembocadura se hizo una presa para gestionar el agua del molino de El Bolao. El molino original fue totalmente destruido por el mar y del ‘actual’ sólo queda la ruina que podéis ver en la foto. El río desemboca en el mar por una cascada de 5 metros de alto, en una brecha abierta en la línea de acantilados que mantienen una altura media varias veces mayor (por mi Garmin alcanzamos 66m. entre el molino y la playa)
Molino y acantilados del Bolao (foto de Aerowork)

A partir de aquí la carrera discurre por las praderas junto a los acantilados. El paisaje es alucinante. Igualito que correr por la Castellana vaya. Como todo es tan genial, mi tobillo izquierdo decide darme un susto y me pega un ‘viaje’ tremendo. No puede ser... Sigo trotando, intentando pisar muy plano con ese pie mientras el dolor va bajando. El descenso a la playa de Luaña es rápido y en el pequeño tramo de asfalto compruebo que mi tobillo ya ha dejado de gruñir y está en perfectas condiciones para continuar otros 18K. En la playa está Bego, que luego se hará una excursión siguiendo el camino por el que hemos llegado nosotros. Son las 10:30, es domingo y el tiempo invita a ir a la playa, así que hay buen ambientillo de gente animando.
Playa de Luaña. km. 4,8

Entramos en un bosque autóctono de cuento, en el que iremos encontrando algunos tramos de barro deslizante muy divertidos, aunque parece que hubo quien se rió algo menos. En el km. 8 salimos de nuevo al sol por una pista de piedra suelta, pero pronto volvemos al bosque... y al barro. Esta vez además las rampas son más duras y los patinazos más delicados.
En esta carrera veremos avellanos, robles, castaños, hayas y, sí, los fans de los eucaliptos pueden estar tranquilos, en Alfoz de Lloredo también hay.
El resto de la subida, combina esos senderos por el bosque con pistas de piedra suelta. En el km. 14,5 se encuentra el punto más elevado de la carrera (309 m.) Aquí está la mina de Udías. He olvidado comentar otra de las curiosidades de este trail: atraviesa dos túneles mineros iluminados por antorchas.
San Pedro Ad vincula. km. 21,75. Faltan 500m. de bajada 

En la bajada tuve un despiste. Al llegar a un cruce izquierda/derecha no vi balizas a un lado ni a otro, pero el de la izquierda bajaba y el de la derecha subía así que tomé el primero. Pronto sospeché que aquello no tenia buena pinta y di media vuelta para ‘volver al buen camino’.
Unos kilómetros más tarde tuve algunos calambres, pero nada grave, la falta de kms. supongo. De los bosques más profundos sales prácticamente directo al pueblo. Queda 1k a meta. Paso por la Iglesia de San Pedro, donde vuelvo a ver a Bego. Desde aquí son 500 metros de bajada por asfalto hasta meta.
Como broche de una carrera más que recomendable, después del avituallamiento de meta encuentras el recontravituallamiento definitivo. Tupper de pasta y cerveza. Esta gente sabe realmente cómo hacernos felices.
... y fueron felices y comieron PASTA!!! Por cierto, gracias al
fotógrafo, José Luis González, ganador de la prueba y de mi
categoría, VET1M (45-55 años)

He dejado para el final mi comentario sobre el carácter solidario de la carrera. Muchas carreras utilizan ese adjetivo como argumento de ventas y luego ves que destinan 1 € de cada inscripción a fines sociales. En el Trail Solidario de Cóbreces ‘la recaudación se dona íntegramente a la Asociación Limones Solidarios para apoyar su labor y poder aliviar la situación crítica que muchas parados en riesgo de exclusión social están viviendo en los últimos años.’ Ojalá hubiera más carreras solidarias que fueran realmente así de solidarias.
Y ahora a por Lisboa, pasando por Soto del Real y tal vez el MM de Alcázar de San Juan.
That's all folks.
Y para enfriar las patas, nada mejor que el Cantábrico

viernes, 17 de julio de 2015

MI PRIMER ULTRA. TP60

TRAIL DE PEÑALARA 65K D+2.800m.


Una ‘intro’ rápida, para quién desconozca los detalles de cómo llegué a mi primer ultra. Me tocó el dorsal en un sorteo en el que participamos todos los espectadores de un festival de pelis de Trail que organizaba Alfonso García.  No sé si alguna vez me habría planteado participar en esta carrera sin el empujoncito de la providencia, supongo que sí y que la suerte sólo precipitó algo que de modo natural habría acabado produciéndose tarde o temprano.

Me hubiera gustado llegar en mejor forma, estoy seguro de que la habría disfrutado más. En primavera estuve prácticamente 2 meses sin correr por una pequeña rotura en el gemelo derecho que me hice estirándolo. Fue 20’ después de acabar en Alto Sil. Tenía algunos calambres, así que me subí en el estribo de la furgo apoyando la mitad anterior del pie derecho, dejé caer muy suavemente mis 73 kilos y… ‘cloc’.
Durante algunas semanas estuve visitando a un fisio nuevo que me habían recomendado unos amigos corredores y aquello no mejoraba. Me estuvo tratando con punción seca, que supongo que será un método cojonudo cuando funciona, pero que a mí sólo me provocó sesiones de dolor y ningún progreso en el músculo.
Cuando te autolesionas de un modo tan estúpido, aunque haya sido accidentalmente, el daño es doble. Además de la avería física, tu autoestima tampoco sale bien parada con aquello. Si también empiezas a dudar de la persona que has elegido para arreglarlo, porque ves que pasan las semanas y sus previsiones más conservadoras de recuperación no se cumplen, puedes entrar en una espiral jodida, que no se mitiga con gimnasio y bici.
A mediados de mayo tomé la decisión de volver a mis antiguos fisios, Marta y Carlos. Dos sesiones y dos semanas después, estaba trotando y una semana más tarde empezaba a correr. El Culmen organizaba su tradicional Marcha de los 3 Valles, que Celso y Diesel harían corriendo y me apunté con Bego. Era el 31 de mayo, 4 semanas antes del Trail de Peñalara, y recorría unos 28K desde Cercedilla a Rascafría.
No tenía ni idea de cómo me iba a ir, pero había que probar para saber si podría llegar al TP60 con alguna posibilidad de acabarlo. Me cansé, pasé calor, corrí, anduve y troté, pero sobre todo disfruté corriendo y no me dolió nada. Cuando llegué a La Isla en Rascafría (al final salieron 32K) supe que podría terminar mi primer ultra de montaña.

LA CARRERA
El TP60 va desde Miraflores al pueblo de Navacerrada. La organización traslada en autobuses a los corredores desde la meta a la salida, pero a mí me va a llevar Bego a la salida y en principio nos iremos viendo en Morcuera, Rascafría, Cotos y Navacerrada. 
Llegamos a Miraflores sobre las 6:20. Mis tripas han estado puteándome todo el viaje, pero es una reacción habitual a mis nervios antes de algunas carreras, así que no le doy demasiada importancia. He calculado que la carrera me va a llevar unas 12 ó 13 horas, y sé que en cuanto arranquemos me sentiré mejor. Intento no pensar en achaques. Ni recientes ni antiguos.
Dónde está Wally? Esta vez hay premio.
Además del gemelo, he vuelto a tener problemas con mi tobillo izquierdo. La última vez que me hizo ver las estrellas fue en el último entreno montañero, en mitad de Cuerda Larga, hace dos semanas. Como prevención he decidido correr hoy con tobillera. Y los últimos en apuntarse a las juergas de Fisiorestón, justo ayer por la tarde, fueron trapecio, romboide y esplenio izquierdos, que habían hecho un bloque solidario salpicado de pelotillas que Raquel, la única fisio que me quedaba por conocer de la clínica, recompuso con sus manos prodigiosas y remató con unas pegatinas azules monísimas. El lado bueno de tanto achaque es que estoy aprendiendo un montón de anatomía.
Llega la hora y me voy a la zona de salida. No hay control de material obligatorio. Registro de chip en la entrada y para adentro. Elo y Antonio Perandones van de escobas, charlamos un momento y arranca la carrera. Vamos allá.
Pronto termina el asfalto del pueblo y empieza una pista con rampas suaves que permiten ir calentando poco a poco los músculos en un trote suave. Cuando llevamos algunos kilómetros empiezo a caminar en las cuestas más empinadas, quiero ser muy conservador.  Comparando después los parciales con algunos que había copiado de años anteriores para tenerlos como referencia, me he dado cuenta de que tal vez no conservé tanto como hubiera debido.
Llegando a Morcuera. 11K. D+630m.. 1:33
Un guarda forestal está justo en el punto en el que abandonamos la pista para tomar una senda que sale a la izquierda. Supongo que aquí está el cambio anunciado hace unos días por la organización para evitar la ladera suroeste de La Najarra. El Parque está haciendo un estudio sobre la cabra montés, y debía evitar el paso de la carrera por esa zona. En esta edición del GTP se han levantado muchas voces contra el trato discriminatorio que el PN de la Sierra de Guadarrama dedica a los corredores y las pruebas de Trail frente a otros ‘usuarios’ del Parque. Esto merece otro post, pero no seré yo quien lo escriba.     
A partir de aquí, hasta Morcuera habrá más kilómetros caminando que corriendo. Después de releer la crónica de Barrantes, decidí no sacar los bastones hasta el avituallamiento de Rascafría. Al llegar al puerto me está esperando Bego.

Primer avituallamiento. A recolocar la tobillera.

Llevo suficiente agua para la bajada, no tengo que rellenar. Tomo isotónico, membrillo y un poco de fruta. Aprovecho la parada para recolocarme la tobillera que me está molestando en la fascia. Bego me achucha para que deje de vaguear y salga de una vez. La verdad es que no ando sobrado de ganas, pero no he venido hasta aquí para hacer 11K, sino para hacer 64, así que habrá que seguir. Correr cuesta abajo, salvo que estés muy roto, mola más que correr cuesta arriba, eso es así a los 5 años y a los 52. Es más divertido, vas más rápido y requiere menos esfuerzo. A los pocos metros me voy animando y un rato después tengo que recordarme lo de conservar y refuerzo la idea mirando la cumbre de Peñalara. Casi toda la bajada es por pista ancha y con buen firme. Pasamos por Las Presillas (km. 21)  y poco después dejamos la pista por la izquierda. Mi gemelo inicia una suave protesta, pero va a tener que chillarme mucho más alto si quiere que le haga caso.
Saliendo hacia Rascafría

Como no me fio mucho le mando un whatsapp a Bego para que me acerque al avitu el bote de Traumell que me he dejado en el coche.  Volvemos a la pista poco antes de llegar al Puente del Perdón. Después de cruzarlo, giramos a la derecha por el carril que llega hasta Rascafría. Nada más salir del Puente veo a Jorge Ochoa, que está haciendo el GTP. Va un poco clavado, tiene problemillas digestivos. ¿Será una epidemia? Le digo que nos veremos en el avituallamiento de Rascafría y sigo corriendo suave.

La subida al Polideportivo es durilla y la hago caminando. Poco antes de llegar me encuentro a Gerardo muy bien acompañado. Nos damos un abrazo y me dice que Bego me está esperando más adelante.
'Avitu' de Rascafría. Hace un año estuve aquí de voluntario.
En este avituallamiento estuve de voluntario el año pasado entre las 3:30 a.m. y las 11:00, en la zona de las mochilas. Los corredores del GTP pueden tener aquí una mochila con ropa, zapatillas y lo que sea. La organización se las trae hasta aquí y al final se las devuelve en meta.
Tomo un vaso de isotónico, como algo de fruta, membrillo, algunos frutos secos y relleno la mochila de agua.
Llega Jorge y se tumba un rato a descansar. El sueño debió sentarle de puta madre, porque al final consiguió acabar los 115k. ¡Qué grande es este tío!
Decido salir antes de que me den ganas de acostarme también. Despliego los bastones, organizo el contenido de la mochila y me dispongo a hacer el tramo con mayor desnivel positivo de la carrera. Justo el que hice con Juanlu el año pasado. Rascafría-Puerto del Reventón (D+900m. / 8,5K) Bego me acompaña un rato y luego se vuelve con idea de acercarse un rato a casa de Tati y Jose antes de seguir con la carrera.
Arranca la subida al Reventón. El 'caloret'.
Sé que en esta subida voy a pasar calor, pero de momento sopla una suave brisa, y la sombra de los robles nos protege del sol, que ya está bastante alto. Este paréntesis dura poco más de 2 kilómetros. El resto de la subida será por una pista de zetas y las oportunidades de caminar a la sombra serán cada vez menos. Me vuelven a pasar dos chicas con la camiseta de Drinking Runners que ya me habían pasado subiendo Morcuera. Se las ve bastante más frescas que a mí, sinceramente.
El avituallamiento está poco antes de llegar al puerto, en el km. 34,5 de carrera. Como algo, relleno la camel… y me siento un ratejo. Lo de ir solo en una carrera larga tiene ventajas e inconvenientes, pero yo hoy estoy especialmente contento de no tener que conciliar mis ritmos con nadie.
Soy consciente de que las circunstancias en las que he llegado no podían augurarme hacer un carrerón, pero estoy contento porque de momento mi tobillo izquierdo no ha dicho ni mu, mi espalda con sus 3 ó 4 músculos maltrechos no ha dicho ni mu, y mi pobre gemelo derecho, que tanto me ha dado el coñazo durante la primavera también ha estado bastante calladito. Venía preparado para penar, pero no contaba con que fuera mi aparato digestivo el que se pasara al lado oscuro de la tabarra. Antes de que me dé por pensar qué coño hago yo aquí, decido salir en busca de la cumbre de la carrera. Me separan 8K con D+611m. y D-223m. Aquí encontraré el tramo más técnico, la cresta de Claveles, en la que además nos cruzaremos con los participantes del GTP, que después de coronar tienen que volver hasta el collado, para bajar desde allí hasta La Granja.
El Risco de Claveles con hormiguitas de colores
A la salida está el control. En Rascafría estaba a la entrada, de modo que en este parcial la clasificación oficial suma los dos descansos. En mi caso, de las 2:25 empleé realmente 1:51 en la subida y los otros 34’ en los descansos de los dos avituallamientos.
Para  entender un poco mejor qué me esperaba en este recorrido, había bajado los tiempos de 4 personas de la edición 2014, y calculado a partir de ellos dónde podrían estar mis parciales. Hasta aquí voy cumpliendo mis previsiones, y no tengo la sensación de estar forzándome más de la cuenta, pero el estómago me está jodiendo.
Llego al puerto y empieza el cresteo sobre la frontera segoviana, de momento por una zona muy suave. Y subiendo un pequeño escalón… joooooooder. Un dolor agudo en el gemelo derecho me deja paralizado. Se ha puesto rígido, duro como el granito que hay por aquí y de repente parece el vientre de un tripulante del Nostromo poco antes de que le salga el prota que lleva dentro.
-          ¿Estás hidratando? ¿Tomas sales?
La Gran Vía de Claveles
Las voces son de dos corredores que, cumpliendo el reglamento, se interesan por mí (sin llegar a pararse, eso sí) Como tengo las dos manos ocupadas intentando calmar a la fiera dentuda para que no salga, no puedo contestar a su ‘solidaria’ condescendencia con el dedo corazón y lo hago con cortesía.
-          Sí, no os preocupéis, estoy bien.
Sí, estoy de puta madre. Es el kilómetro 38, mi estomago se ha levantado con el día tocapelotas y el gemelo ha decidido no defraudar las peores expectativas.
-          ¿Vuelvo al avitu del Reventón?
-          ¡Qué coño! ¿Al primer calambrazo estás pensando en  abandonar?
-          Si pudiera hacerlo chasqueando los dedos ya lo habría hecho.
-          ¿Cómo se puede ser tan mierda?
Afortunadamente en este ratillo no pasa nadie más, y este diálogo lo mantienen mi yo más llorica y el ‘otro’, que es adoptado aunque él no lo sabe y, en ocasiones así, actúa como si llevara conmigo toda la vida. Mientras masajeo el músculo dolorido, recuerdo las palabras de un tipo que sabe un huevo de correr muchas horas seguidas. ‘En un ultra tienes tiempo de que algo te duela mucho y de repente te deje de doler y no vuelva a darte el coñazo más’. Parece que el masaje y la ‘conversación’ han tranquilizado al Alien, así que sigo adelante.
Qué grande eres amigo!!!
Al llegar a la Laguna de Los Pájaros sólo tengo una idea: sumergir mi gemelo en el agua fría. Cuando llevo un rato a remojo, unos domingueros comentan (sin dirigirse a mí, pero en un volumen adecuado para que me llegue la información) que no se puede uno meter en la laguna. Luego puedo ver que hay un pequeño cartel con la prohibición. Bueno, no sé si meter las piernas hasta la rodilla incumple la norma, pero no lo volveré a hacer, lo siento.
Después del episodio alienígena he bebido bastante y me he tomado 2 pastillas ‘extra’ de sales. Mi mochila de hidratación está prácticamente seca y hasta Cotos no hay avituallamiento así que  voy hasta el otro extremo de la laguna para rellenarla en la fuente.
Pliego los bastones y los engancho detrás en la mochila. Para Claveles prefiero tener las manos libres.
Qué grande eres amor!!!
A mis piernas les ha venido de coña la inmersión en agua fría y subo a buen ritmo, pero sin volverme muy loco. Mi estómago sigue gruñendo y yo sigo intentando hacerme el loco. Voy cruzándome con la gente del GTP que vuelve después de hacer cumbre en Peñalara. Hay trasiego, y en algunos pasos un poco más delicados esto hace que alguien deba parase y esperar a que pase el otro, pero a estas alturas del pelotón eso no supone ningún problema para casi nadie (siempre está el pro-pakete, o pakete-pro, no lo tengo muy claro, pero es uno entre mil) Escucho voces que gritan mi nombre y veo a lo lejos a Bego y Juanlu. Fotos, besos y abrazos mediante, seguimos juntos hasta Peñalara. Antes de llegar nos encontramos con Jorge. Más fotos, besos y abrazos. Tiene mucho mejor aspecto que en Rasca, desde luego.
Llegamos a Peñalara. Paso el control y me siento a comer algo. Bego me enseña un rótulo que indica el kilómetro 42,5K y comenta que acabo de completar mi primer maratón de montaña. Sonrío, pero poco, la verdad. Me encanta hacerlo aquí, pero no me gusta hacerlo así.
Cómo me gustó ver así de sonriente a Jorge
El siguiente control está en Cotos. Nos separan 5,5 kilómetros de bajada bastante ‘corrible’ en la que desciendes 600 metros. Empezamos a caminar y vuelven las náuseas. Intento despistarlas trotando un poco y al momento empieza a rascar la cintilla izquierda. ¿Qué más puede pasar? Vuelvo a caminar. Cuando llevamos un par de kilómetros adelantamos a un compañero que va aún más tocado de una rodilla. Se va a retirar en Cotos, pero no necesita ayuda. Llegamos al control en poco más de una hora.
En el avituallamiento hay tuppers de ensalada de pasta. No me apetece mucho comer, pero pienso que podría venirme bien de cara a enfrentar los 15 kilómetros que me quedan. Como un poco y Bego guarda el resto en su mochila por si acaso me apetece más adelante. Descanso un ratillo y salimos hacia Bola. Nos despedimos de Juanlu que se vuelve ya a Madrid. Muchas gracias amigo. Conocer personas como tú es uno de los regalos más preciados que me ha proporcionado esta manía compartida de correr.
Bajando de Peñalara 'al trantrancillo'.
Cruzamos la carretera del puerto y subimos el talud que conecta con la subida a la Loma del Noruego. Parece que los macarrones me han sentado bien y ponemos un ritmo sostenido bastante aceptable. Cerca de culminar la Loma, en mitad del pedregal que es esta parte del camino, nos pasa una chica con la que hemos hablado en Cotos. Va genial. Bego se da la vuelta aquí. Me dice que Bola parece estar ahí mismo y que no se aprecia demasiado desnivel. De un vistazo, dos errores, pero ahora lo importante es que sigo sintiéndome bien. La próxima vez que nos veamos estaré cruzando la meta de Navacerrada y seré finisher del TP60. Pero para llegar a eso de momento toca seguir subiendo un rato. El último tramo deja la pista de esquí a la derecha. Hace dos semanas estuve por aquí y el termómetro marcaba 5o.
Bola del Mundo desde La Loma del Noruego. Ahí mismo.
¡Qué diferencia! Llego arriba y sigo las balizas, que al rato me indican empezar a bajar. ¿Dónde está el control? El camino enlaza con la pista de hormigón que se ha hecho famosa por la subida de la Vuelta a España. Intento trotar muy suavecito para ver si mi rodilla se ha recuperado, pero la cintilla sigue bloqueada y tengo que bajar caminando. Veo el avituallamiento en el que está el control y unos metros más abajo a la chica que me pasó en El Noruego.
Los voluntarios son lo mejor de esta carrera y estoy muy agradecido a todos ellos, pero no todos son igual de simpáticos. Un poco de fruta y sigo para abajo.
Me cruzo con un grupo numeroso de personas que suben con bastones. Dejo la pista de hormigón para buscar la pista de la tubería. Aquí vuelven a unirse las dos carreras.
Es una putada no poder correr. No por hacer un mejor tiempo, que a estas alturas no tiene  demasiada importancia, sino por no poder disfrutar esta bajada. De vez en cuando escucho llegar a algún corredor y me aparto para no incordiar. Joder, ¡cómo me gustaría tener bien la rodilla! Cuando llego a la pista vuelvo a intentarlo. La cintilla no rasca tanto como en Bola, pero no va bien. Troto hasta que empieza a doler.
Pista que une La Barranca con Navacerrada
(la foto es de otro día) 
Vuelvo a caminar. Llego al control de La Barranca. Quedan 4 kilómetros y llevo 13 horas y 20 minutos en carrera. Si voy caminando hasta Navacerrada me iré a más de 14 horas. En esas cábalas estoy cuando me adelanta un corredor que me anima.
Y decido que ese es el momento de volver a correr. Llegamos juntos hasta Navacerrada. Está haciendo su 2º GTP. Empezamos a oír a lo lejos el ambiente de meta y pronto se unen los ánimos de las personas que nos vamos encontrando. Sin darme cuenta voy subiendo el ritmo. Ya no me duele nada, voy flotando. Los últimos metros son increíbles. Disfruto, me emociono, choco palmas de niños... El speaker dice algo sobre mi dorsal ‘uno-dos-uno-dos’. El reloj marca el tiempo del GTP, pero es fácil restar las 6 horas y media de diferencia y ver que entro en 13:49.
Tal vez la próxima vez lo haga más rápido, pero es improbable que me sienta más feliz que en este momento. Para hacerlo perfectamente redondo, veo a Bego al cruzar la meta.
No tiene la Puerta de Brandenburgo, pero yo me emocioné más que en Berlín. Gracias Navacerrada.
Su beso es la mejor medalla de finisher que podría soñar, pero la de metal que me coloca después una voluntaria también hace mucha ilusión. Veo a Juanma, que ha llegado un poco antes, a David que llegó hace horas, a Juan, que se tuvo que retirar anoche con un leñazo importante en la rodilla, cuando bajaba a Canto Cochino (gracias por quedarte hasta verme llegar, eres muy grande bro) y a Buru, que se bajó desde Maliciosa por el mismo sitio que había subido, sencillamente porque no era el día.
Con 3 tíos muy grandes: David, Juan y Buru
Si has llegado hasta aquí sin saltarte ningún renglón, eres lector finisher de una ultra-crónica y tú también mereces una medalla. Llegué muy corto de entrenos para correr mi primer ultra, pero aún más para escribir su crónica. Intentaré estar más preparado en el futuro.

Próxima carrera: Trail Solidario de Cóbreces (Cantabria) 2/08/2015

viernes, 20 de marzo de 2015

GRACIAS


(Mi crónica de Alto Sil 2015) 

Momentos antes de salir. ¿Dónde está Wally? 'Concentrao'

Han pasado casi 3 meses desde mi último post. En ese tiempo he corrido el Trail del Serrucho, 3 crosses del circuito Eventsthinker y el Medio Maratón de Latina. En todas esas carreras lo he pasado bien, me he divertido mucho corriendo entre amigos y conocidos, sin embargo ninguna ha conseguido vencer mi 'Pereza 2015' para escribir. Pero el domingo pasado no fui a otra carrera, fui a la carrera. Fui a MI carrera (y cada día la de más gente)  
Podría haber titulado esta crónica ¡A la tercera va la vencida! porque, como muchos sabéis, ha sido mi tercera participación y es la primera vez que aparezco en la clasificación (en la última hoja, pero ahí estoy, muy orgulloso de mis 5:33:50) Al final he elegido ‘Gracias’, porque lo que siento fundamentalmente en estos momentos, aparte de agujetas, es agradecimiento.
Santa Cruz del Sil desde el parking / zona de acampada

En primer lugar quiero dar las gracias a todas y cada una de las muchas personas que hacen que el último fin de semana de invierno, cientos de corremontes sólo queramos estar en Santa Cruz del Sil (y en Salentinos, Páramo y Primout, que no se enfade nadie) Tal vez por eso el 15 de enero, a las 9:00 de la mañana, estábamos unos cuantos frente a ordenadores, tablets y móviles, intentando conseguir el ansiado dorsal. 20’ más tarde ya se habían agotado. Superada la primera prueba, quedaban 2 meses para intentar llegar en las mejores condiciones posibles.
Este invierno ha nevado bastante, pero en las dos últimas semanas se fue mucha nieve en la zona y al final tuvimos menos que en los dos años anteriores. Sin embargo hizo más frío. De todos modos Lolo y su gente encontraron el modo de ‘compensarnos’ la falta de kilómetros blancos deslizantes, incluyendo entre las sorpresas algunos tramos bastante escurridizos. Es cierto que el grueso de la carrera se mantiene, pero una de las señas de identidad de Alto Sil es la renovación de su recorrido cada año y esta vez los cambios estaban salpicados en más de un sentido. Las modificaciones al recorrido que conoces podrán  gustarte más o menos, pero no hay dos ediciones idénticas. A mí me gusta.
En el primer kilómetro, fresco como una lechuga
Esta vez salíamos del pueblo por donde volvimos en 2013, pero al poco de tocar tierra girábamos a la izquierda y, después de atravesar unos prados llegábamos a un muro de tierra donde necesitabas las manos para progresar. Si bajase un torrente de barro sería Lolismo en estado puro.
Llegamos al camino habitual poco antes de alcanzar el alto de La Chañada. En poco más de 3k hemos subido 400 metros y es momento de empezar a bajar. El cortafuegos lo conozco de años anteriores y, aunque está en mejores condiciones, vuelvo a darme cuenta de lo torpe que soy. Decía un buen corredor de montaña (no recuerdo quien, lo siento) que uno puede bajar como un tanque o como una bailarina. Yo tengo un poco de ambos. Combino la agilidad de un panzer con la robustez de la Paulova. Me adelantan unos cuantos, entre ellos Jorge Ochoa, a quien iré viendo a lo largo de la carrera, sobre todo en la segunda mitad.  Después de 1K, en el que bajamos algo más de 300 metros, me refresco un pie antes de empezar a subir ‘el muro’ (500 m. / D+ 200m.)
Primer avituallamiento líquido y siguiente cambio con respecto a recorridos anteriores. Al poco de iniciar la bajada hacia Páramo dejamos el camino habitual para coger otro cortafuegos que sale a la izquierda. En lugar de la bajada suave de años anteriores ahora tenemos una bajada más a saco (3K / D-450m.) Antes de llegar al río pasamos por un barrio de Páramo que no conocíamos, dónde volvemos a encontrar a gente animando. Gracias. Desde el río hasta Páramo tendremos una subida tendida de 1,5K en la que ascendemos 100m. Aquí tenemos el primer control. Afortunadamente voy mirando muy poco el pulsómetro porque ahora, repasando la carrera en la web de Garmin para sacar estos datos, he visto que llegué al primer control a sólo 10’ de su cierre. Es verdad que salí con la idea de conservar fuerzas para el final, pero no pensaba que hubiera ido tan justo. El avituallamiento está muy bien surtido, como siempre. Tomo isotónico, un mix de frutos secos con pasas, plátano, naranja y no me enredo más. El año pasado mi carrera se acabó aquí, pero no pienso en ello. Llega Juanma Campoy cuando ya estoy saliendo.
El mítico Ciego Sabino subiendo a La Campona

 A partir de aquí tenemos la subida a La Campona, el punto más alto de la carrera y el único en el que este año encontraremos nieve. Son 7,5K en los que subiremos 750 metros. Aquí se puede correr casi todo el tiempo, aunque en algunos tramos más duros prefiero conservar y camino. Al poco rato de salir de Páramo me alcanza Juanma y vamos más o menos juntos buena parte de la subida. En algún momento él se queda definitivamente atrás. Llego a la nieve. Está dura, pero la huella bien marcada, aunque poco profunda, te permite avanzar con seguridad. Al poco rato veo a Jorge Ochoa y seguimos juntos hasta el avituallamiento que hay en el alto. Desde lejos se ve un montón de humo saliendo del refugio. Al acercarnos vemos un todo terreno de los bomberos. Supongo que alguien se ha llevado un buen susto, pero ya se les ha debido pasar porque están haciendo coñas del tema.       
Primout
 El avituallamiento es líquido y aprovecho pata tomar un gel. Jorge no los ha probado nunca, pero me pide uno porque parece que se está quedando un poco sin pilas. Le recuerdo lo de no probar nada nuevo en carrera y le digo que hay gente a la que estas cosas le sientan mal. Insiste, le paso uno y afortunadamente parece que le fue bien.
La bajada hasta Primout se inicia por nieve, pero ésta no llega al bosque, así que ya no parece el bosque de Narnia (bautizado así por Manu Tapiero por su aspecto en años anteriores) Durante la bajada se va notando el calorcillo del valle y me quito el cortavientos que ya no saldrá más de la mochila. Llegamos al control de Primout media hora antes de su cierre. Avituallamiento líquido y sólido. Vuelvo a hacer un mix sólido fantástico que me devuelve los niveles de energía. De momento mis músculos no han dicho ni mu, pero como dice Lolo, ‘esta carrera empieza en Pico Negro’. De momento hay que hacer el tramo más anfibio (o al menos eso creía yo entonces)
El puente nuevo de Primout
Los 4,5 kilómetros que nos separan de la Braña de Santa Cruz son los más llanos del recorrido y alternan la senda junto al río con el río como senda. Pero uno de los momentos más guapos es justo después del avituallamiento, cuando toca cruzar el río Primout, que este año parece que lleva más agua. Y a partir de aquí es un todo para arriba que en kilómetro y medio sube 400 metros hasta alcanzar la cumbre del Pico Negro. Al tran tran, sin prisa pero sin pausa, tardamos 40’ desde el río hasta la cumbre.
El río Primout y la Braña de Santa Cruz
En algunos tramos de la subida nos ha ido atizando el aire con ganas, pero no es nada comparado con lo que sopla arriba. A pesar de ello, hay bastantes personas animando con entusiasmo. En un cálculo rápido imagino que Alfredo Gil, Arca, Zaid y compañía habrán pasado por aquí hace más de 2 horas, y mi agradecimiento por esos ánimos se multiplica. GRACIAS. La verdad es que los últimos metros los subes con más energía gracias a ellos.
En la vida hay que mojarse... y disfrutar haciéndolo.
A pesar del tute que nos acabamos de meter para el cuerpo, corre un vientecillo que no anima a pararse ni un rato, así que para abajo.   Este tramo es nuevo para mí y parece que en gran medida también para quienes completaron la carrera en 2014. Afortunadamente todo está muy bien organizado y la salida del último tramo de Aquapark es por un vadeo  profundo que deja limpitas las zapas y luego una alfombra de hojas de roble y castaño ayuda un poco a secarlas. Cuando llegas a Santa Cruz vas impecable.
El público aguantando el frío del Pico Negro. Grandes.
El primer tramo es muy rápido y después se hace más sosegado y cómodo. En un kilómetro y medio llegamos al último avituallamiento, en La Collada. Aquí me quedé sin dorsal hace dos años, pero tampoco lo pienso. Son casi las 2 de la tarde, queda una hora y cuarto para el cierre del control de meta y faltan menos de 4K y algo más de 400 metros de desnivel negativo. Mientras escribo esto, mis cuádriceps y yo recordamos las palabras de un tipo que sabe mucho de correr por el monte.

La gente solo mira el desnivel positivo de las carreras, pero bajar a veces puede ser más jodido que subir. No es una cita textual, pero espero no haber desvirtuado el mensaje del gran Berrio. Esto es más real cuanto más cargados están tus músculos. Si la bajada es suave y sostenida todo es fácil, pero no es el caso. Tramos por el bosque con bastante desnivel y… ¡¡¡¡volvemos al Aquapark!!! Río, río, río y cuando tienes las zapas bien limpitas, barro, barro, barro…
Última rampa antes de meta.
Bego me está esperando en el mismo sitio en el que estuvimos al final el año pasado y corre con nosotros los últimos 700 metros. Ha estado haciendo fotos a los machacas en Pico Negro, así que también se ha hecho unos cuantos kilómetros. Para un paquete como yo, prepararse para poder terminar carreras como Alto Sil requiere dedicar tiempo a entrenar que a veces no es sencillo encontrar. Sin el apoyo de Bego sería imposible. GRACIAS.
La entrada en meta es un momento muy especial, y poder compartirlo con Jorge lo hace un poco más especial. Y como guinda resulta que me ha tocado un frontal en un sorteo.
¿Quién da más? Me paso por el avituallamiento y nos acercamos a la furgo para cambiarme antes de comer. Hacer paella para cientos de personas debe ser muy complicado, pero si una buena parte de tus comensales se acaban de meter una zurra como ésta, es más fácil recibir una ovación. GRACIAS.
Dos tíos felices
Físicamente me encuentro mucho mejor de lo que pensaba. El tobillo apenas ha dicho nada en toda la carrera y parece que el tostón del gimnasio funciona. El otro día me preguntaron por el título del blog. En este mundo de gastazapas y RRSS, a veces parecemos más preocupados por contarlo que por correr, pero yo elegí la expresión Correr para contarlo por un significado que tiene más que ver con la supervivencia. En los últimos 5 años correr me ha ayudado a mantenerme más o menos a salvo, incluso cuando la amenaza era yo mismo. Muchas veces corro solo, pero cuando lo hago en compañía suelo rodearme de los mejores, aunque algunos sean tan paquetes como yo. Mi carrera del domingo también les debe mucho a las personas con quienes comparto kilómetros. GRACIAS.