Dedicado muy especialmente a la familia Bahme-Álvarez
¿Por qué Lisboa? Me encanta esta ciudad, pero la razón que
provocó mi participación y la de cientos de corredores españoles en su maratón,
fue que regalaban la inscripción en la Feria del Maratón de Madrid. Cuando me
enteré, empecé a llamar a todos los amigos que sabía que iban a correr MAPOMA,
y al final me inscribió el cuñado de Jesús. Una vez más: gracias, cuñado de
Jesús.
Ha sido mi 5º maratón de asfalto. A pesar de las dudas con
las que llegaba, por los pocos kilómetros acumulados desde el Trail de Peñalara
y, sobre todo, por mi lesión en el pie izquierdo, al final no sólo terminé sino
que lo hice más rápido que en Valencia o Madrid.
Zona de meta. Camino de la Feria. |
Para ver cómo funcionaba el ibuprofeno con mis metatarsos, hice
una prueba en la carrera de montaña de Soto, el 27 de septiembre, a 3 semanas
del maratón. Son 23K pisteros que acumulan algo más de 500 metros de desnivel
positivo en la primera mitad de la prueba. Me unté una tonelada de Traumeel,
me tomé el ibuprofeno y puse mi cerebro en posición ‘disfruta y no pienses en el
puto pie’. No funcionó. En los últimos 5 kilómetros el cielo se fue llenando de
estrellitas y mi pie izquierdo fue capturando miles de agujas que se clavaban entre
el 2º y el 3er metatarso con milimétrica precisión. Si en dos horas
y cuarto había pasado casi media hora sufriendo, las 4 horas de un maratón
podían acabar en una tortura sin sentido. Los gastazapas tenemos fama de
masoquistas, y algunos la merecen, sin duda, pero creo que no es mi caso. No me
gusta el dolor. Asumo con gusto cierta dosis de sufrimiento como
ingrediente básico de las carreras y de otras actividades con las que disfruto,
pero si su exceso lo convierte en protagonista absoluto, deja de interesarme.
Sábado por la mañana. Plaza del Comercio |
El domingo siguiente hicimos una tapia (16K) en la Casa de
Campo para despedir a nuestro penúltimo y muy querido emigrante, Alberto 'Runnerchef' Álvarez. Es verdad que el ritmo fue muy suave, pero apenas tuve
dolor. Faltaban dos semanas para el maratón y por primera vez en mucho tiempo
pensé que podría acabarlo.
Volamos hacia Lisboa el sábado muy temprano. Clara y Paula
no conocían la ciudad y se habían apuntado en cuanto supieron que iríamos al
maratón (no nos perdonan no haber venido a Amsterdam y Berlín) Bego iba a
correr con el dorsal de José Escudero la primera mitad de la carrera, de
Cascais a Belem, y allí cogería el tren hasta Lisboa. Yo esperaba recorrer los
42K sin otro transporte que mis zapatillas.
Teníamos el hotel muy cerca de la estación desde la que
salían los trenes a Cascais, punto de partida de la prueba. Allí se hospedaban
también con sus familias Juan Seguí, que llegó el jueves y Jesús Puente, que lo
hizo el viernes. Los vimos al llegar y estuvimos un rato juntos. Después ellos
se fueron a Belem con los chicos y nosotros a la Feria, a por nuestros
dorsales. Allí, después de soportar una cola bajo la lluvia para entrar, nos fuimos
encontrando muchos amigos: Julián, Chelo, Santi, Jan, Ruth (…) Juanlu y Mapi, que estaba pachucha con
gastroenteritis, pero que al día siguiente se marcó un reportaje brutal, en su
línea.
Las previsiones meteorológicas para el fin de semana no eran
muy buenas: lluvias y viento.
Comiendo en una churrasqueira de La Alfama |
El sábado por la mañana se cumplieron
generosamente, pero el tiempo fue mejorando y nos permitió comer en la terraza
de una churrasqueira de la Alfama, y pasar la tarde paseando por sus calles. Me
encanta Lisboa y cada barrio tiene su punto, pero la Alfama es mi favorito.
Cuando volvíamos hacia el hotel para descansar un ratillo
antes de cenar, nos encontramos a Gerardo y Vicente con unos amigos. El mundo
de los gastazapas de mediana edad está lleno de camellos buenos, y Vicente me
pasó un tubito de un analgésico-anti-inflamatorio-relajante muscular… que es el
que él toma para intentar callar a su rodilla. Me dijo claramente que me lo
tomara antes de desayunar, pero yo al final me lo tomé 20’ antes del
pistoletazo de salida.
Cena en el Mercado da Ribeira |
Cenamos en el Mercado da Ribeira. Creo que la mitad de los
que fuimos a Lisboa comimos o cenamos algún día aquí. Hay mogollón de puestos
de comida con diversas especialidades, y mesas corridas.
Siempre estaba bastante lleno, pero al final acabábamos encontrando sitio. Yo
cené un plato de pasta y vegetales de un asiático. Muy rico.
El domingo habíamos quedado en el exterior de la estación de
Casi do Sodré a las 6:20. Desayunamos con Juan y Jesús en el hotel y en 5’
caminando estábamos allí. Cogimos un tren que estaba a punto de salir. Bueno,
en realidad ‘asaltamos’ un tren que estaba cerrando sus puertas. Nos sobraba
tiempo, pero elegimos viajar de pie (o sentados en el suelo como Bego y Jesús)
porque estábamos ansiosos por respirar maratón.
Esperando el momento de la verdad |
Desde la estación en Cascais hasta la zona de salida hay un
pequeño paseo que hacemos con las primeras luces del día. Varios
camiones/consigna recogen la bolsa con la ropa. Aquí no hay colas y se ve muy
bien organizado. No se prevén tampoco problemas para recogerlas.
La temperatura es agradable, no llueve y tampoco hace
viento. Pinta bien. Buscamos nuestros cajones y esperamos a que lleguen las
8:30. En el nuestro quedamos Bego, Juanlu, Jesús, Vicente, Juan y yo. Cae un
pequeño chaparrón, pero deja de llover antes de la salida.
El primer kilómetro tiene algunas cuestas y vamos
parloteando hasta que nos separamos. Por delante van Vicente y Juanlu y detrás dejo
a Bego, Juan y Jesús. Hace sol y empieza a hacer algo de calor. Mantengo un
ritmo moderado en torno a 5:30. Hay muchos avituallamientos y los uso todos, no
quiero problemas.
Torre de Belem, unas horas después de mi paso en carrera |
A partir del kilómetro 5 aumento un poco el ritmo. Veo a
Juanlu y consigo alcanzarlo. El recorrido es bonito y bastante llano, vamos
junto al mar. Mantenemos un ritmo de 5:20 – 5:30. De momento me siento genial y
el pie no me duele NADA. En el kilómetro 13 pasamos junto al Forte da Sao
Juliao da Barra, la mayor fortaleza marítima portuguesa, construida en el
s.XVI. Antes de llegar al kilómetro 20, Juanlu se va quedando. La verdad es que
sé que no aguantaré a este ritmo toda la carrera, pero me siento genial y
decido disfrutarlo mientras dure. Paso la media en 1:56 y pienso en Bego, que
terminará aquí su carrera. Espero que ella también esté disfrutando y se sienta
fuerte.
En el 24 la carrera pasa por la Torre de Belem y en el 27
por el Puente 25 de Abril. En esa zona alcanzo a Vicente, que ya va negociando con
su rodilla. Aquí empiezo a sentirme cansado y bajo un poco el ritmo. 5:35 –
5:45. Llegamos a la Plaza del Comercio en el 31.
La sonrisa es para la fotógrafa. Por aquí ya iba huyendo de los adoquines |
Ahora sólo queda apretar los dientes y aguantar el tirón (o los
tirones, a partir del kilómetro 40) Llegamos a la zona del Parque de las
Naciones. Esto se acaba. Lo he conseguido. Al final 4:06, lo que significa que
me he ido a 2:10 en la segunda media, pero poco me importa. Lo realmente importante
es que he podido correr, he disfrutado mucho durante buena parte de la carrera
y cuando ha tocado sufrir, lo he hecho con fundamento.
Hasta pronto Lisboa |
El jueves pasado me hice una resonancia magnética y este mes
me harán ecografía y RX. Se supone que el 21 tendré un diagnóstico y podremos enfocar la solución del problema.
Mi próxima cita con el maratón será en Sevilla el 21 de
febrero y, si mi pie se arregla a tiempo, me gustaría mejorar la marca de
Berlín. Por el camino haremos algunos MM y alguna de montaña. No es un plural mayestático, es que parte de mi agenda de carreras ahora también es la de Bego (de momento Villaverde y Pedrezuela)